top of page
  • Facebook - Black Circle
  • Instagram - Black Circle
  • LinkedIn - Black Circle

Desde muy pequeño, mi vida ha estado marcada por un fuerte vínculo con el arte y la creatividad.

Crecí a los pies de un descampado lleno de vías férreas, con sus rieles infinitos de vagones de madera y trenes que llevaban a la gente a lugares desconocidos, transportando grandes mercancías a destinos que no alcanzaba a imaginar. Era un mundo fascinante y misterioso para mí.

Me crié en un piso de unos 50 metros cuadrados, con una mujer que hacía los papeles de madre y abuela a la vez. Una señora con un gusto propio y una obsesión por la decoración, pero con muy pocos recursos para gastar en su pasión. Los recuerdos de mi infancia más temprana son de mi abuela hablando sobre si aquel mueble quedaría mejor en una esquina o en la otra, de botes de pintura dando vueltas por el hall o de mí haciendo las veces de pintor y poniendo el papel "noventero" en el pasillo.

Me veo limpiando la gran lámpara del salón, con gotas de cristal que, una a una y con infinita paciencia, metía en un barreño con agua y amoniaco para después volver a colgarlas en su justo sitio. Recuerdo cambiar infinidad de veces los marcos de las fotos de una habitación a otra, para sentir los objetos como nuevos y las estancias con un aire renovado y fresco.

Me río al recordar cómo me las ingeniaba para poner una punta diminuta y un trozo de cuerda en platos con algún motivo decorativo; podía poner un plato de Disney al lado de otro de cerámica árabe, porque todo tenía cabida en el salón. También recuerdo cómo mi abuela y yo reciclábamos botellas de licor por la belleza que brotaba de cada una de ellas.

A pesar de lo bonito que pueda parecer todo esto, supongo que tuvo que ser difícil criar a un chaval tan rebelde como yo, un crío que un día —y con tan solo siete años— decidió expresar su máximo nivel artístico con un bote de yodo esparcido en la pared recién pintada, con la ingenua creencia de estar plasmando mi obra de arte como si fuera el mismísimo Pollock.

Con los años, la rebeldía fue en aumento, pero el amor y los aprendizajes de esta mujer calaron hondo en mí, y gracias a todo eso, soy lo que soy.

Hoy, mi pasión por la ambientación y decoración para cine se alimenta de esos recuerdos. Cada proyecto me brinda la oportunidad de transformar espacios y crear atmósferas que dan vida a las historias que cuento. Me siento profundamente conectado con el poder que tiene un entorno bien diseñado para evocar emociones y sumergir a la audiencia en mundos imaginarios.

Estés donde estés,

Te quiero y gracias, Upe.

we will get back to you shortly !!

bottom of page